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COLUMNA

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José Ignacio 
Cárdenas
Abogado
Analista Político

 

 NEGAR LA SAL Y EL AGUA

Un viejo dicho castellano decía: “el agua, el pan y la sal, a nadie se niegan”, cuyo significado se refería a la hospitalidad que se le daba al huésped donde lo primero que se le ofrecía era precisamente el agua, el pan y la sal. Incluso haber compartido mucha sal era sinónimo de mantener una larga amistad. Su origen provenía de las leyes de hospitalidad de los griegos que después pasaron a los romanos para luego ser adoptada por los castellanos y con esto todo el mundo hispánico.

 

En nuestro país se recuerda la histórica frase “negar la sal y el agua” declarada por el partido socialista y comunista cuando en el año 1964 asumió la presidencia de la República Eduardo Frei Montalva. Tal frase fue en respuesta a una dura campaña presidencial previa que llevó al triunfo al candidato demócrata cristiano. Famoso fue el cartel que decía “el comunismo es la muerte”.

 

Negar la sal y el agua implica un rechazo absoluto y resulta inevitable no recordar tal célebre frase en los tiempos actuales. En particular me refiero a la actitud de la oposición quienes además de rechazarlo todo no han escatimado en críticas, injurias e incluso calumnias para referirse al actuar del gobierno y sus ministros. Para ser justos algunas críticas tienen asidero, pero cuando al expresarlas se pierden las formas al respeto democrático, pierden todo su efecto constructivo.

 

Ante tales críticas, la respuesta del ejecutivo ha sido ceder, comprendiendo que se trata de un gobierno sin mayorías parlamentarias que posibiliten la implementación del programa que los llevó al poder. Fue así como ante el rechazo de la reforma tributaria se propone un “pacto fiscal” que recoge gran parte de los planteamientos de la derecha en materia de crecimiento y modernización del Estado, sin embargo, aun así las críticas no tardaron en llegar; se cedió en el 6% de solidaridad en la reforma de pensiones bajando tal porcentaje a un 4% dejando el 2% restante a capitalización individual, pero la inflexible respuesta opositora ha sido imputar el 6% completo a capitalización o nada; también se cedió en aceptar la renuncia del ministro Jackson, duro golpe al corazón frenteamplista, a quien se le inculpó y calumnió a partir de una serie conjeturas que aún no tienen un respaldo probatorio; se concedió aplazar la discusión de la reforma de pensiones ¿a cambio de? solo la esperanza de una flexibilización; y por último, se accedió al cambio de gabinete.

 

Frente a esta última concesión, la del cambio de ministros, la respuesta, como era de esperar, fue una lluvia de críticas: “Es un cambio de gabinete bien inentendible” partió Juan Antonio Coloma; Francisco Chahuán se sumó agregando que esta era un cambio “cosmético”; lo siguió Javier Macaya afirmando que era “más de lo mismo”; vinieron críticas misóginas del diputado Gonzalo de la Carrera quien no trepida en superarse a si mismo con frases como “una actriz con tintes pornos al ministerio de las culturas”; y para qué referirnos a la fijación ya jocosa con el comunismo y las críticas al nuevo ministro Nicolás Cataldo por el solo hecho de militar en dicho partido.

 

Con justa razón surge la pregunta ¿hasta cuánto ceder? ¿tiene sentido continuar bloqueando todas las reformas para forzar al gobierno a convertirse en algo que no es y para lo cual no fue elegido? No permitir que el gobernante desarrolle la agenda para lo cual fue elegido democráticamente es violentar no solo la convivencia política sino desechar la democracia misma. La derecha ya lo hizo a principios de los setenta incitando al golpe de Estado desde los inicios del gobierno de Allende. Si bien, a pesar de la actual política de trincheras, no estamos cerca de corrientes golpistas, pero trabar el desarrollo de la voluntad democrática sin dar flexibilidad alguna resulta en los hechos un golpe blanco.

 

Por esta razón, somos muchos y muchas quienes nos sumamos aún con algo de esperanza ante la franca y dura reunión celebrada esta semana entre el gobierno y Chilevamos, para que a partir de esta se asuman las responsabilidades sociales para con quienes aún no se les da respuesta y siguen esperando.

 

Ojalá que en dicha mesa de reuniones haya existido mucha sal, pan y agua para abrir espacios de hospitalidad, la que a ningún gobierno democráticamente elegido se le debe negar.

 

 

Saludos

 

José Ignacio Cardenas Gebauer

Abogado autor de libros como “El Jaguar Ahogándose en el Oasis” y “La Trampa de la Democracia”

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